lunes, 4 de diciembre de 2017

Juegos y diversiones en tiempos de los incas

Los niños conocían varios juegos, pero prácticamente desde los cinco años dejaban de lado las diversiones propias de su edad, pasando las horas ayudando a sus padres. El niño campesino no conocía la infancia, rápidamente se preparaba a las labores agrícolas, teniendo poco tiempo para jugar. Una de las formas de entretenerse era a base de frejoles y piedrecillas. Además niños y niñas les encantaba jugar imitando las labores de sus padres, escenificando la vida del hogar, de la chacra, de la ganadería, de la cacería y de la guerra. Las niñas tenían muñecas de trapo y barro, vestidas y adornadas con trajes y tocados en miniatura. Se las llamaba guauachuqui. Hay algunas dudas de que el pasatiempo con muñecas haya estado universalizado entre las niñas; pero las tumbas excavadas en Chancay evidencian que por ahí fue normal. De todos modos como las mujeres no acostumbraban cargar mucho a sus hijos, ni aun para amamantarlos, ello influyó para que las niñas no imitaran a sus madres.
Para divertirse los niños usaban el cumisitta cumisina, o sea tres-en- raya, que todavía persiste en nuestro tiempo.

Los niños agarrándose los unos a los otros por los vestidos, formando una larga hilera, corrían de un lado a otro dando vueltas, en la que remedaban la curva de una serpiente. Tal diversión tenía por nombre acutasitha, no siendo otra cosa que el trasunto de la danza del Amaru que realizaban los adultos en determinadas ocasiones solemnes.
Los niños también se distraían sentándose mutuamente sobre el cuello del amigo, con las piernas abiertas colgando sobre los pechos. Otros se divertían dándose volantines, saltos largos o jugueteando a la ronda. También jugaban con los papirotes (golpes suaves y fuertes en la cabeza). Su nombre en aymara es tincat asitha. Para ello se colocaban unos tocados que suscitaban risas. En las imitaciones de escenas de caza, manipulaban el lihui (boleadoras) simulando matar aves, fieras y camélidos.

Otro juego que realizaban los niños era dejarse escurrir de las rocas inclinadas de superficie lisa desde una cierta altura, acurrucándose en esas suaves pendientes. 
Jóvenes y adultos usaban una pelota de madera o caucho (parecido al juego de bolos). Este juego tiene dos nombres: pecositha y pecopapa auqui. 

Muchos jóvenes y adultos cogían frijoles llamados chuy que son redondos y de colores, jugaban tirándolas en un hoyo, en pares y nones. Mientras más frijoles cayeran en el hoyo ese sería el vencedor. 
Los enamorados usaban el juego simpasitha, enlazando un cordel en sus dedos y hacer vaticinios si sus amados o amadas los querían o no. 
El chaco o caza constituía un deporte de jóvenes y adultos. Participaban todos los estamentos sociales, previa convocatoria hecha por los funcionarios.
La diversión más deportiva, ceremonial y solemne es el huarachiuy o huarachico, donde los jóvenes de la élite demostraban su madurez física y mental a través de pruebas muy duras. Después de cumplirlas se les declaraba mayores de edad. 

Otro tipo de recreación juvenil eran las peleas rituales realizadas entre las parcialidades de Hanan/Hurin, Allauca/Ichoc, etc. En este enfrentamiento se tiraban frutas compactas y secas que terminaban con heridos y muertos, pero jamás enemistaban a los bandos, ya que la sangre vertida representaba una de las más excelsas ofrendas para la fertilidad de la tierra. Recibía el nombre Pucllay. Se efectuaba en diciembre, pero más en febrero y marzo. Durante la colonia lo transfirieron a la semana de carnavales. 

El juego huairusitha o piscasitha o simplemente pishca, por lo habitual en las noches de velorio, tenían por objetivo evitar el sueño de los dolientes. Los llevaban a cabo con una especie de dado grande de cinco caras. En un lado tenía cinco puntos y en los otros uno, dos, tres y el último cuatro. La punta valía cinco y el suelo del dado 20. En este esparcimiento apostaban cuyes, ganado y ropa. En este juego intervenían tanto hombres como mujeres. Se les decía pishca porque se realizaba en las cinco noches que duraba el velorio de un difunto en el espacio andino. Era pues un pasatiempo ritual con un dado de hueso, que antes de dejarlo caer en un sitio plano, había que batirlo entre las dos manos, formando éstas una bóveda, o metido en algún pequeño recipiente. Conformaba un juego de azar. 
Por último en uno de los lugares dos veces y en otros tres por mes, se reunían en un escampado para comer unos al lado de los otros y enseguida a dedicarse a juegos físicos. Lo que buscaban en estas ocasiones era la reconciliación de los ánimos. En tales oportunidades cada familia acarreaba su propia alimentación. 

Fuente: Los Incas de Waldemar Espinoza



Muñecas de trapo (Cultura Chancay)




Rodadero donde se deslizan los niños (Cusco)


Pishka (se jugaba como la pirinola, se le tomaba de una arista y se le hacía girar)



Leiner

Historiador de profesión y especialista en informática educativa por convicción.

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